jueves, 27 de agosto de 2009
Ni pacto ni secreto -BOLIVIA - CHILE
Es falso que hay acuerdo “bajo la mesa” entre Bolivia y Chile. Los 13 puntos que el presidente pone como un secreto a develar son conocidos públicamente desde hace tres años. Como cuestión de principio quiero dejar sentada una posición que creo debe corresponder a todos los ciudadanos y ciudadanas del país y que en mí es una sólida convicción: el Presidente de la República personifica al Estado y a la nación. El respeto a su investidura es una obligación de todos. Ese respeto en las relaciones externas constituye una norma imperativa del Derecho Internacional, pues el presidente encarna, también, el principio de la soberanía nacional.Por lo tanto, rechazo con énfasis nacional cualquier expresión o acto que ofenda al Presidente de la República, como son las adjetivaciones empleadas por los presidentes Evo Morales y Hugo Chávez. Hay que reconducir las relaciones hacia el respeto mutuo de Estado a Estado. Ciertamente, una buena diplomacia nunca debe dar lugar a que se produzcan estos hechos. Pero, independientemente del limitado y controvertido alcance de la política exterior actual, el respeto y respaldo a la investidura presidencial no debe presentar fisuras entre los peruanos y nos compromete a todos. Sentada esta premisa, es bueno y conveniente analizar las causas de los últimos errores en la conducción de la política exterior. La diplomacia, a diferencia de la política interna, es el arte de la palabra escrita. El verbo y más aún su hipérbole no es buen consejero para las políticas de Estado. Esta es la razón por la cual los procedimientos diplomáticos, entendimientos, acuerdos, demandas, declaraciones, conversaciones y entrevistas periodísticas, por regla general, se hacen por escrito. Como en la diplomacia el trato no es entre líderes sino entre Estados -otra decisiva diferencia con la política interna- cualquier ambigüedad o desliz en la palabra puede tener serias consecuencias. El error en la política interna no es grave, dadas ciertas circunstancias hasta puede gratificar; en política exterior el error siempre cuesta y se paga. Cuando De Gaulle, el 24 de julio de 1967, en el Ayuntamiento de Montreal se salió del texto escrito de su discurso y llevado por la emoción exclamó: “Los sentimientos desbordan mi corazón. ¡Viva Montreal! ¡Viva Quebec…Quebec libre”, creó una crisis entre Francia y Canadá. Lo mismo ha sucedido con la entrevista oral del presidente García. Nunca debió afirmar que ya existía un acuerdo entre Chile y Bolivia sobre la salida al mar. Menos decir que era secreto y negociado “bajo la mesa”, cuando además no lo hay. Pero no es el único error, existen otros menos publicitados pero más sensibles al interés nacional. A modo de dar una base de racionalidad política al desliz, el presidente acaba de declarar que aprovechará la cita de Bariloche para “preguntar cuáles son los trece puntos [de la agenda chileno- boliviana]”. Un nuevo desatino verbal que pone en entredicho la eficacia mínima de la diplomacia peruana. Los trece puntos que el presidente pone como un secreto a develar, son conocidos públicamente desde hace tres años por todas las cancillerías de América y obviamente por la peruana, que debe tener, además, en sus archivos ingente información sobre el estado de ejecución de cada uno de ellos. Por el bien de los intereses nacionales y la respetabilidad de la imagen presidencial, es indispensable supeditar la palabra a la razón de Estado.Manuel Rodríguez Cuadros
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