miércoles, 19 de agosto de 2009

Crisis indígena en Chile con los mapuches como protagonistas

La crisis, que no posee un camino cercano de solución, tiene su origen en la demanda de recuperación de tierras ancestrales de estas comunidades originarias, en las que algunos grupos exigen crear un país mapuche, opción rechazada por todos los partidos políticos.
La presidenta socialista de Chile, Michelle Bachelet, pidió deponer la violencia e iniciar un diálogo, luego de lanzar las últimas semanas una nueva política indígena y firmar el Convenio 169 de la ONU que reconoce los derechos indígenas. "Ese es el camino", dijo.
Pero hasta ahora ningún dirigente indígena recogió públicamente la invitación.
El histórico líder José Santos, presidente de la Organización Nacional del Pueblo Mapuche Admapu, dijo que ante la desesperación que los agobia "algunos hermanos se lanzan a recuperar sus tierras".
Paralelamente, desde la ONU y la Iglesia católica, común mediador en la crisis sociopolítica en Chile, recrudecieron las críticas a la capacidad de diálogo del Estado y los partidos políticos frente al conflicto, el que suma la muerte de tres mapuches en seis años.
El obispo de Temuco, Manuel Vial, calificó el homicidio del comunero Jaime Mendoza, como "un fracaso de la sociedad" y ante miles de deudos dijo estar "impresionado de lo sucedido", al asistir al funeral del joven, en la sureña comunidad de Requem Pillán, a unos 700 kilómetros de la capital.
"Hay un muerto, hay heridos, hay rupturas de confianzas y hay daño moral", agregó el prelado.
Sus palabras coincidieron con las aprensiones emanadas el fin de semana desde el Comité de la ONU para la Eliminación de la Discriminación Racial, que criticó la aplicación de la ley antiterrorista a estos grupos.
Meses atrás el Relator Especial de Naciones Unidas sobre la situación de los indígenas en Chile, James Anaya, avizoraba la crisis actual. "Reconozco los esfuerzos del gobierno, pero estoy preocupado por los maltratos", dijo al visitar el país.
La posibilidad de dialogar, empero, tropieza con la fragmentación del pueblo mapuche, organizado en torno a 2.500 comunidades, de las cuales unas 50 tienen mayores conflictos con las autoridades.

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